miércoles, 18 de marzo de 2009

Europa CENTRAL (no del Este)

Budapest – Wien – Praha



Budapest me recibió cubierta de nieve. Completamente blanca. Me dediqué el primer día a recorrerla a pie, a pesar de los 8 grados bajo cero que hacía (o no hacía). Primero Pest, caminé al lado del Danubio hasta que me crucé a Buda, y me metí a un palacio donde está la National Gallery de Hungría. Ahí me calenté y me entretuve mirando arte húngaro por unas horas, después, seguí caminando y metiéndome en cafecitos, bares, librerías o lo que sea a cada rato para calentarme. Al otro día, tempranito partí en colectivo a Wien, en Austria. 4 horas más tarde, llegué a la 

capital austríaca, dejé las cosas en el hostel y salí a caminar. Vienna también la recorrí caminando y en tranvía. Primero al palacio de Schönbrunn, donde veranaban los Habsburgo. Después, un Goulash de almuerzo y al Palacio Belvedere, donde se encuentra la colección de Klimt y Schiele. Después un poco más de tranvía, desde donde se puede ver Vienna sin cagarte de frío, y después, un poco de patinaje sobre hielo en frente al ayuntamiento. Para terminar el día y para calmar los dolores de las caídas en el hielo, una rica taza de Gluhwein (vino caliente con especias). Volví al hostel y me desmayé en la cama, al día siguiente me levanté también tempranito, destino: República Checa. 






Praga, de todos los destinos, era el que más había querido ir, en realidad Budapest y Vienna fui porque me quedaban de paso hacia Praga, de la que tanto me habían hablado. La ciudad más linda del mundo, de Europa, etc. Cuando uno va con tantas expectativas es normal desilusionarse un poco. Praga es hermosa, un poco sombría y oscura. Me hace acordar un poco a Londres. Ahí me encontré con Antoine, y pasamos 3 días, caminando, viendo sus castillos, iglesias, callecitas, y sobre todo, su vida nocturna (también un tanto decepcionante). 

El mejor lugar de Praga, el Bresto: un barcito/cafecito/vinoteca que quedaba cerca de nuestro hotel. Luego, emprendí regreso a Budapest, 7 horas de tren pasando por la República Checa y Eslovaquia, cuando estaba empezando a dormir, subieron un montón de hinchas borrachos festejando y gritando. Vino la policía y nos pidió a todos que nos cambiáramos de vagón. Llegué a Budapest, más fría que antes, y nevando. Al día siguiente caminé más, hasta no sentir más la cara, cafecito, cené un sandwich en subway porque la comida de Europa central no me terminó de fascinar... y al otro día, me embarqué con destino a Madrid.


Europa es caro, frío y familiar, me siento cada vez más cerca del lugar donde empecé, y extraño Asia.

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